Recientemente, mis prioridades han estado fuera de lugar y me he visto obligada a reevaluar lo que es realmente importante para mi vida. Una pregunta que ha estado en mi mente es: ¿de qué se compone la vida cristiana?
Antes de la pandemia, me concentré en la escuela y estructuré toda mi vida en torno a esto y la pequeña cantidad de tiempo extra que pude concentrarme en otras actividades. La pandemia ha entregado un exceso de tiempo y por eso comencé a llenarla con todas las cosas que tenía ganas de hacer. Estaba emocionada de finalmente tener tiempo para leer y ver programas de televisión que me había estado perdiendo. Finalmente, todo el pastel con el que estaba llenando mi tiempo se convirtió en aserrín en mi boca. Las cosas que había amado antes ya no cumplían sus promesas de satisfacción. Incluso la escuela comenzó a sentirse vacía y sin sentido. Todo se desvaneció en un segundo plano y me di cuenta que mis prioridades estaban muy fuera de lugar. Convertí mis deseos en un ídolo y los miré para que dieran sentido y satisfacción a mi vida cuando debería haber estado mirando a Dios.
Encontrar significado ha sido algo que el hombre ha estado tratando de encontrar desde siempre. Basta con mirar a la literatura clásica para ver pruebas de la lucha del hombre por encontrar el sentido de su existencia.
El escritor de Eclesiastés también lucha con esta cuestión. El escritor es un hombre llamado Salomón que fue el hombre más rico y sabio del mundo. Lo tenía todo a su alcance y fue capaz de satisfacer todos los deseos que tenía. A través de este libro de la Biblia, se pone en perspectiva esta búsqueda de sentido cuando llega a la conclusión de que “todo es vanidad”.
Busque significado en todo lo que deseaba y aún así llegó a la conclusión de que todas las cosas que perseguía no tienen sentido, excepto lo único que realmente importa, que es temer a Dios y guardar sus mandamientos. Al final, lo que experimentamos, el conocimiento que tenemos y los logros que hemos logrado palidecen en comparación con amar a Dios. Nuestros deseos no deben convertirse en nuestros ídolos. Es muy fácil estar muerto para Dios con las distracciones de este mundo, pero la vida cristiana se trata de volvernos más como Dios y conformar nuestros deseos a Sus deseos a través de la obediencia. Todas las cosas que hacemos deben dar gloria a Dios. Salmos 115:1 demuestra este punto cuando dice: «No a nosotros, Jehová, no a nosotros, sino a tu nombre da gloria, por tu misericordia, por tu verdad.»
Al final, no se trata de nosotros y nuestros propios deseos y anhelos, sino de vivir en la narrativa de Dios y usar los talentos que Él nos ha dado para señalar a otros hacia Él y darle gloria. Solo entonces, en la búsqueda de Su gloria, podremos encontrar significado.